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Los ruidos del silencio

Análisis realizado por Juan José Larrea.
Licenciado en Comuniación Social, Periodista.

El jueves 30 de diciembre de 2004 el pueblo argentino se hallaba finalizando el año con varios éxitos cosechados a nivel nacional y al decir del cantautor, Diego Torres, “con color a esperanza”. El Presidente Kirchner conseguía por segundo año consecutivo, un crecimiento económico de aproximadamente un 9 por ciento;  superavit fiscal récord en cincuenta años de historial, la duplicación en las reservas del Banco Central, oxigenación y recambio en la composición de la Corte Suprema de Justicia, una leve baja del desempleo y, más que envidiable, una imagen positiva de 64% (según Telesurvey, la empresa de investigación de opinión pública dirigida por Heriberto Muraro).

Publicacion en Revista Imagen

Ese día y en horas de la tarde, el Presidente Kirchner junto a su señora (Cristina Fernández) si dirigían por cinco días hacia Río Gallegos (Santa Cruz) en planes de descanso. La dirigencia política, en su mayoría, tanto oficialismo como oposición, comenzaba sus vacaciones y, en tal sentido, muchos ya se encontraban en el interior del país o en el extranjero, en vísperas a la llegada del nuevo año.

Por su parte, la comunidad transitaba las calles realizando compras, regalos, ultimando detalles para despedir el año y con preparativos para las vacaciones familiares.

Como en los últimos veranos la temperatura en la Ciudad de Buenos Aires parecía no tener techo y la sensación térmica rozaba los 39 grados.

Al igual que en otros tantos lugares, en la disco República Cromagnon, emplazada en el epicentro del barrio de Once de la Ciudad de Buenos Aires, se iniciaban los festejos típicos de todo final de año. Una incipiente banda de rock, “Los Callejeros”, paradójicamente ese mismo día declarada como Revelación artística del año, por los lectores del Diario Clarín, comenzaba su recital. Más de 3000 personas (muchas parejas jóvenes con sus hijos de pocos meses de edad) desbordan el lugar elegido, el cual albergaba una capacidad máxima y permitida por las autoridades locales de hasta 1037 personas. (con una superficie de 1500 metros cuadrados).

Pasadas las 22 horas, y poco de comenzar el concierto esperado, entre bailes y cantos, una bengala activada desde el público hizo impacto contra material inflamable situado en el techo del local provocando un incendio voraz y una combustión con gases contaminantes, dejando la zona con escaso oxigeno. De ahí en más,  nada sería igual.

Pánico, desasosiego, confusión. Muchas personas intentando huir, buscando la salida, otras tantas desmayadas. Gritos y llantos. Miedo. Algunos lograban escabullirse por la puerta más pequeña (la de entrada), otros buscaban las salidas de emergencia (las más grandes) preparadas para estas ocasiones pero, al llegar a ellas y de forma inédita, se encontraban que tenía candados que imposibilitaban su apertura directa.

Paulatinamente, comienzan a llegar ambulancias del SAME, Defensa Civil, policías y bomberos. Todos ayudan y tratan de sacar a la mayor cantidad de personas que yacen en el lugar casi sin oxigeno y fuerzas para moverse por sus propios medios. Algunos, los que tuvieron la suerte o gracia de haber podido salir a respirar aire no viciado, reingresaban en búsqueda de otros. De forma sorprendente, se escuchan gritos desoladores anunciando que en el baño de mujeres estaban los hijos de varias madres que los habían dejado ahí, a cargo de una persona que los cuidaría. Si, el baño, también servía de guardería, improvisada.

Las 46 ambulancias del Gobierno de la Ciudad que llegaban al lugar no deban abasto para socorrer a todos los heridos. De ahí que varios damnificados por asfixia debieron ser trasladados a los distintos nosocomios en camiones celulares de la Policía Federal Argentina. También acudieron al lugar 8 dotaciones de bomberos y unos 100 integrantes de Defensa Civil. El primer hospital donde se trasladaba a los heridos en forma casi instantánea sobrepasó su capacidad teniendo que comenzar a derivar pacientes a otros centros asistenciales públicos.

Periodistas de distintos medios de comunicación comenzaban a presentarse en la disco, alertados por vecinos que los iban contactando vía telefónica. A partir de ese momento, 2 canales de noticias comenzaban a transmitir en cadena desde la escena de la tragedia, aproximadamente durante 16 horas. 

Los primeros títulos en la TV anunciaban “Incendio en el Once. Habría muertos. Hay varios heridos”, modificándose a lo largo de la noche hasta llegar a “Catástrofe en República Cromagnon. Ya son más de cien los muertos”.

Por primera vez en mucho tiempo, los 5 canales de aire reabrieron sus transmisiones a la madrugada y cubrieron en forma ininterrumpida hasta las 21 hs del día siguiente.

Las estaciones de radio que tenían programado ciclos de balance o programas grabados (dado el cierre del año) reabrieron sus transmisiones en vivo y las continuaron por varias horas. Los conductores habituales estaban de vacaciones y debieron recurrir a los gerentes de noticias.

Fotógrafos de medios gráficos retractan lo increíble, lo inesperado. Cuerpos de las víctimas en la calle, en camillas, ingresando a las ambulancias, niños casi sin vida envueltos en mantas, rostros de desesperación.

La noticia corre. La novedad drástica no solo era transmitida por los periodistas en sus emisiones casi ininterrumpidas, sino que, personas que habían sufrido el encierro pero con la fortuna de haber podido escapar, comenzaban a comunicarse con sus familiares vía teléfono celular. Alerta en la sociedad.

El Ministro del Interior, Aníbal Fernández se presentaba en las puertas de Cromagnon en horas de la madrugada y manifestaba que “con las puertas funcionando como marca el expediente” (de habilitación) el local “se hubiera evacuado en dos minutos y nadie se hubiera sofocado”. Al día siguiente y por orden del Presidente de la Nación, el mencionado funcionario firmaría un decreto disponiendo 3 días de luto nacional.

El viernes 31 de diciembre de 2004 la sociedad se encontraba consternada por los hechos transcurridos. Nadie podía creer lo acaecido. A las 7:30 a.m. se anuncia que el Jefe de Gobierno porteño ofrecería a la brevedad una conferencia de prensa en la sede del Palacio Municipal, con todo su gabinete (que había convocado de urgencia) para informar sobre la tragedia. ¿Que podría informar en la conferencia? ¿Ya tenía toda la información necesaria?

Ese mismo día, Omar Chaban, presunto dueño de República Cromagnon, era detenido y puesto a disposición de la Justicia.

Alas 8 a.m. y en plena conferencia de pensa, Ibarra junto a su Secretario de Seguridad, Juan Carlos López, defendieron la acción del gobierno porteño en lo referido a las inspecciones. Por su parte, López comentaba que “ningún Estado inspecciona la totalidad de su universo al mismo tiempo, porque tendría que tener un ejercito” para poder hacerlo.

En las diversas declaraciones, Ibarra se encargó de remarcar que las responsabilidades de vigilar que se hallen en regla las medidas contra incendios era tarea exclusiva de bomberos. “Nosotros controlamos una vez por año que estén las habilitaciones de bomberos. Nuestros inspectores no son expertos en sistemas contra incendios, solo piden los certificados” explicó con énfasis intentando eximirse de responsabilidad. Una de las medidas que se anunciaron en la reunión con periodistas era la prohibición de los recitales en boliches bailables y la suspensión (por 15 días) de toda actividad en ese tipo de establecimientos comerciales. 

Inmediatamente, el cuerpo de Bomberos declaró que “cuando se hizo la inspección no estaban las telas que colgaban del techo. Si hubieran estado, no se le habría dado el certificado. Pero una vez que nosotros hacemos la inspección no volvemos hasta que nos llaman para renovarla, al año. Es responsabilidad del Gobierno porteño controlar que no haya cambios en el medio, luego de nuestra inspección” explicó un funcionario de la Jefatura de la Dirección Inspecciones de Bomberos.

En la defensa improvisada (o mal asesorada) de Ibarra, se evidencia un cruce con las autoridades nacionales, que nunca estuvo en sus planes. Al remarcar frente a la opinión pública la falla en las inspecciones como responsabilidad de los bomberos, indirectamente responsabiliza al Poder Ejecutivo Nacional, debido a que los bomberos dependen de la Policía Federal, la cual se halla en la esfera del Ministerio del Interior de la Nación.

Otro de los errores de su función, indefectiblemente radica en su despliegue. Nunca habría visitado el lugar de los hechos. Desde su despacho (con aire acondicionado para combatir los más de 30 grados) se informaba sobre los episodios gracias a los 2 canales que transmitían en cadena.

En lo que sí Ibarrra estuvo acertado (aunque tarde) es en pedir disculpas a los familiares de las víctimas.

Valga recordar que en el tablero nacional, Ibarra es una de las tres piezas claves de los transversales (movimiento que identifica a los Kirchneristas no peronistas) que apoyan la gestión actual de gobierno, junto a Luis Juez (intendente de la ciudad de Córdoba) y el socialista Hermes Binner (intendente de la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe). Además, Kirchner apoyó y avaló la candidatura de Ibarra en su reelección para Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. De aquí, que una de las conjeturas que se manejaba entorno al silencio presidencial (hasta el momento no había realizado declaración alguna) era que Kirchner no deseaba sumar más padeceres a su aliado porteño y, de esa forma, abrirle camino a la oposición.

Mientras tanto, el Presidente Kirchner, en Río Gallegos, instruía a su vocero, Miguel Nuñez, para que informara su sentimiento sobre la tragedia. “El Presidente está muy compungido y apenado” sostuvo Nuñez, quien además dijo que Kirchner está siendo “informado al instante” sobre la evolución del desdichado episodio. Ese mismo viernes, por la tarde, el Presidente ordena a sus colaboradores preparar el avión (Tango 10) para partir de inmediato, pero no a Buenos Aires, rumbo a El Calafate. Demasiada distancia que se haría notar. Hasta el momento, sorpresivo para muchos, no había mensajes de condolencias por parte del primer mandatario de estado.

Como contracara, el mundo entero comenzaba a solidarizarse con la República Argentina. Diversos Jefes de Estado, el Papa e incluso personalidades de primer nivel hacían llegar sus lamentos y pésames ante terrible tragedia a las pocas horas de acaecidos los sucesos.

Durante la mañana del sábado 1° de enero de 2005, Kirchner mantuvo una conversación telefónica con Aníbal Ibarra, para analizar e informarse sobre el incendio que ya llevaba casi 200 muertos y más de 700 heridos. Mientras tanto, el Secretario de Seguridad de la Ciudad de Buenos Aires, Juan Carlos López presentaba su renuncia. Días después y en base a un arreglo político, asumiría Juan José Alvarez.

Por la tarde, cientos de jóvenes se convocaron voluntariamente en el lugar de la tragedia con una única consigna: “Justicia”. Muchos de ellos marcharon hacia el Gobierno de la Ciudad y la Casa Rosada. Gritaron con fuerza “que se vayan todos,” frase casi en desuso y que fuera utilizada por la sociedad en los últimos días de gobierno del ex Presidente, Fernando De La Rúa, antes de su renuncia a finales del 2001.

Mientras muchos habitantes del país festejaban la llegada del año 2005, otros damnificados, además de luchar contra la sed (por las altas temperaturas) el hambre y las largas horas de espera culpa de la burocracia, aguardaban la entrega del cuerpo de un ser querido en la morgue. No hubo políticas solidarias mínimas desde la Jefatura del Gobierno porteño para con ellos, brindándoles agua mineral, comida, sillas, baños químicos con el objeto de atenuar el nerviosismo y las penas en la demora. La única ayuda que llegó fue varias horas después, aunque era tarde.

Durante el domingo 2 de enero, el Gobierno de la ciudad mantuvo reuniones y continuó formulando declaraciones. En tanto que el Presidente, pese a los rumores que lo daban volviendo en horas de la tarde a Buenos Aires, se quedaba unos días más en su residencia de El Calafate. Fuentes gubernamentales comentaban que “el gobierno nacional está apoyando, tanto a nivel de infraestructura como a la investigación, Aníbal Ibarra y así seguirá.”

En ese fin de semana se habían inhumado aproximadamente 90 víctimas del incendio. En la mayoría de los casos el Gobierno porteño dispuso (también tarde) asistencia personalizada para asistir a los familiares.

Por la noche de ese día, se realizaba la segunda marcha desde el barrio de Once hasta la Plaza de Mayo con el fin de exigir la renuncia de Aníbal Ibarra. El reclamo también se intensificó en la Casa de Gobierno de la Nación al grito de “Y Kirchner donde está?”. Mientras caminaban, otros de los cantos que se hacía notar era “Atención, atención, no los mató el incendio, los mató la corrupción”.

Ya el lunes 3 de enero el Jefe de Gobierno de la Ciudad y camino a romper el record de conferencias de prensa, en lugar de comunicar de forma efectiva, por el contrario, enaltece un sentimiento mayor de bronca en gran parte de la sociedad.

Según una encuesta que días después publicaría la consultora Equis, la imagen positiva de Aníbal Ibarra antes del incendio de Cromagnon, se encontraba en un 49,6%. Luego de la tragedia cayó a 24,4%. Sus aspiraciones a una supuesta vicepresidencia en el caso de la reelección de Kirchner, se desmoronarían rápidamente.

En los actos públicos de repudio realizados (ante el municipio y ante la casa de Gobierno) se vislumbraban carteles con una leyenda particular dirigida al Presidente y en clara alusión a su silencio, distancia e inactividad: “Más que un pingüino, éste es un avestruz”.

En las calles, vecinos, familiares, amigos y peatones ocasionales se preguntaban no solo qué pasaba con un Presidente que los tiene acostumbrado al diálogo, si no que además, la pregunta era, por qué?

“¿Donde está Kirchner para decir ‘Señores, estoy con ustedes’ les doy mi pésame? Yo estoy muy enojada, estoy con rabia” dijo a la emisora porteña Mitre, Mónica Barroso, indignada madre de un socorrista que falleció en el incendio del salón bailable del barrio porteño de Once.

Algunos se preguntaban si “¿Hubo algún impedimento desconocido para que Kirchner no se traslade antes a la Capital? en referencia a su salud y, de forma negativa (seguramente involuntaria) creando un rumor que permanecerá vigente tanto en algunos sectores de la sociedad, como así también en el periodismo.

Me parece una vergüenza que Kirchner no haya estado presente en el lugar de los hechos acompañando a la gente en ese terrible momento. Se fue a su provincia. ¿a festejar qué? No hay nada que festejar cuando todo el pueblo esta de luto. Realmente estoy muy indignada con la actitud del ‘Señor Presidente’”, comentó una persona en un foro de la versión electrónica de Clarín en su página de Internet. Opiniones como estas arreciaban en la web del diario citado.

Además de los reclamos en las marchas que se vinieron desarrollando en reclamo de justicia y explicaciones a las autoridades comprometidas, llegó la acusación directa de un padre dolido por la muerte de su hijo de 19 años, Pedro. José iglesias, que es abogado y estaba muy dolido, argumentó al matutino porteño La Nación que “estamos de duelo y el que lo decreta está en El Calafate mirando el lago. Esto es un drama, un país medianamente serio se pone de pié”. Cabe recordar que el lema de campaña presidencial de Néstor Kirchner era, paradójicamente, “un país en serio”.

Fueron muchos los que recordaron que, en la tragedia de la mina de Río Turbio (Santa Cruz) ocurrida en junio de 2004 donde 14 obreros fallecieron producto de un derrumbe generado por un incendio, Kirchner dijo acá estoy.

Todo lo hasta aquí expresado, conlleva a demostrar que el Presidente se mantuvo en silencio y no realizó declaración alguna, durante 4 días. Este hecho resultó llamativo no solo en el ámbito nacional. Los principales medios de comunicación internacionales calificaban de forma muy negativa el silencio presidencial. En una durísima editorial publicada por el diario El País de Madrid, bajo el título “El silencio de Kirchner” tildó de insólito el “largo silencio” del Presidente, y criticó al mandatario ya que “no solo no interrumpió sus vacaciones, sino que tampoco se dirigió a la Nación para compartir el dolor de todos”, y agregó que “Kirchner no es responsable de lo ocurrido, que es competencia municipal, pero la asunción de responsabilidades políticas se ha demorado en exceso”. Finalmente sentenció que “la muerte masiva de tantos jóvenes que formaban parte del futuro del país era evitable. Y una vez más los políticos no han estado a la altura de la dimensión de la catástrofe” concluyó. El diario El Mercurio, de Chile, inició la cobertura de la tragedia con una pregunta: “¿Y donde se encuentra el Presidente Néstor Kirchner? El gran desaparecido del luto argentino es el propio mandatario, quien pese a la ola de críticas sigue de vacaciones”. El País de Uruguay, el ABC de España y otros tantos medios gráficos reproducían de forma negativa las actitudes del Presidente.

Recién el martes 4, el Presidente se refirió al tema pero no de forma oficial, sino que consultado por la agencia de noticias Telam. De forma telefónica y a la defensiva, continuando su estadía en El Calafate, Kirchner justificó su silencio argumentando que “la tragedia es demasiado grande y terrible como para agregarle declaraciones”. Y agregó solo un exhorto para que la justicia actúe “rápida y eficazmente”. En ningún momento, expresó condolencias.

En una nota publicada en Clarín, bajo el título “En el Gobierno creen que fue un acierto” se destaca que, en clara actitud defensiva, voceros del Gobierno Nacional salieron a justificar su desempeño frente a la tragedia durante los primeros días y “por el contrario, en la Casa Rosada, evaluaron como un acierto la mesura del santacruceño y consideraron exagerada la estrategia de exposición pública ininterrumpida adoptada por el Jefe de Gobierno porteño, Aníbal Ibarra.”

Según trascendidos la decisión de volver a Buenos Aires la tomó Kirchner ese mismo martes luego de que, durante un diálogo telefónico, Alberto Fernández (Jefe de Gabinete) le describiera un panorama adverso a nivel local y en el plano internacional por su notable ausencia permaneciendo a 2800 kilómetros del escenario de la tragedia. Y volvió. 

Brusco giro presidencial. Luego de la fracasada táctica del silencio y ante los reproches nacionales e internacionales, el Presidente decidió meterse de lleno y convocar a los familiares de las víctimas para escucharlos y ofrecerles todo lo que esté a su alcance.

“La postura del Gobierno y del Presidente es que no nos prestamos a este show mediático del verso y la cosa fácil. No necesitamos esas expresiones para hacer sentir la solidaridad”, comentó el Ministro del Interior, Aníbal Fernández en defensa de la actitud del Presidente frente a los familiares de las víctimas en una reunión en la Casa Rosada, para agregar que “eso que se hace de ocasión, mientras ustedes tenían que peregrinar de la Chacarita a la morgue, sería una falta de respeto, un cachetazo, un insulto. No hacemos esas cosas” sentenció el citado funcionario segundos antes de que arribara a la reunión el Presidente Kirchner. Las entrevistas directas entre familiares y el primer mandatario se prolongarían varios días más.

Merece destacarse que en sus apariciones públicas del miércoles 5, el Presidente se mantuvo incólume: nunca consideró un error su ausencia y silencio. Además también declaró que “estoy realmente asombrado con la actuación de cierto periodismo amarillo en la Argentina”, en respuesta a las críticas de los medios nacionales. En tanto, no hubo comentario alguno a los medios internacionales de primer nivel que fustigaron, con dureza, su proceder.

Por su parte, cabe consignar que la oposición nunca se trasladó al lugar de los hechos. Patricia Bullrich (Unión por Todos) suspendió sus vacaciones «porque sentí que debía estar en la Ciudad. De alguna manera represento un sector de la sociedad que me voto en las últimas elecciones», comentó en el programa de TV titulado «La Hora de Maquiavelo». También Elisa Carrió (ARI) afirmó que «si viviéramos en una sociedad profundamente civilizada, acá habría muchísima gente que por lo menos se tendría que hacer cargo, decir ‘nosotros tuvimos esta parte de responsabilidad’». No obstante ello, ni Bullrich, ni Carrió ni los demás opositores (Mauricio Macri – Compromiso por el Cambio – Luis Zamora – Autodeterminación y  Libertad) dieron su presente en el lugar.

Tal ausencia pudo haber sido fruto, tal vez por no considerar oportuno aparecer en el escenario donde se produjo tan penosa tragedia o tal vez con sustento en otras razones que se desconocen. La sociedad, quizás, podría haberlos acusado de buscar algún rédito político. Pero, nadie, seguramente, podría dejar de percibir un gesto de colaboración con los damnificados y sus familias, y/o con la actual gestión de gobierno ofreciendo la estructura de su partido para  brindar soluciones y apoyatura a la causa. Esto hubiera servido tanto a la ciudadanía en general como a los medios de comunicación, pero no mirado desde la imagen o responsabilidad política (siempre latente), sino desde un punto de vista social y cultural donde indefectiblemente la oposición tiene que mantenerse y decir «presente». No debe tan solo estar para marcar errores o magnificarlos, sino que su compromiso en la gestión social de políticas públicas debe ir de la mano y estar al servicio permanente de la comunidad y, con más énfasis, en momentos de crisis. O ya olvidaron que muchos de los afectados pudieron apoyar sus campañas con su voto. Les faltó iniciativa.

Los médicos en los desbordados hospitales y desenvolviéndose profesionalmente en medio de la crisis, las personas integrantes del SAME, los bomberos, la acción de la policía sin otra obligación que su deber moral, merecen sobresalir por la actitud, presencia y desarrollo en la confusión total (tanto social como política) producida por el incendio. Ellos comunicaron en forma operativa (comunicación que se traduce en percepción).

Un Presidente que se caracteriza desde su asunción por mezclarse con la gente, rodearse de ellos, sentirlos cerca y que ha sabido ganar la confianza de su pueblo, estuvo ausente. “Como sucede en cualquier país civilizado del mundo, la presencia física de la más alta figura institucional de la Nación obra también como un bálsamo emocional para los que atraviesan el dolor. No es un deber constitucional ni político, pero es – debería serlo – un compromiso personal y social.” señala Joaquín Morales Solá en su columna del diario La Nación. La presencia… comunica.

Como primer responsable aparecería sin duda Omar Chabám (dueño de la disco, aunque no en los papales) y cuesta entender cómo pudo este empresario artístico cometer tantas infracciones (convirtiendo a República Cromagnon en una trampa mortal) sin que el propio Estado, como garante de la seguridad de una sociedad civilizada, pudiese advertir las notorias y sistemáticas falencias que el lugar presentaba de antemano. La comunicación es constante y no solo se realiza con la palabra, también se da en los hechos, cumpliendo con el rol que le toca cumplir a cada uno dentro de una organización pública o privada, de un Gobierno y sus titulares.

A esta altura de los acontecimientos y los hechos hasta aquí narrados, se puede inferir que el Presidente (sorprendentemente, además de mal asesorado) no habría percibido la magnitud del impacto que la tragedia tenía en el imaginario social y, permitiéndose manejar todo desde su lugar de descanso, no asistió al lugar de los hechos como lo esperaba (y él sobre eso sabe) la sociedad.

Es casi imposible estar en permanente campaña electoral pero, si es factible una constante campaña de gestión. Confundir estos aspectos conlleva a la carencia en la capacidad de discernimiento, obteniendo como consecuencia errores en el proceder.

Sin perder demasiado tiempo, se puede encontrar en libros o Internet, Presidentes y líderes que han vivido catástrofes similares y han suspendido por completo su actividad (o agenda de compromisos) para dedicarse de lleno a la preocupación de su pueblo. Sin retroceder tanto en la historia se recuerda al Alcalde de Nueva York, Rudy Giuliani, en el atentado de las Torres Gemelas permaneciendo en el lugar, con su camisa arremangada y casco de protección dirigiendo todo lo posible a su alcance.

Podemos concluir que tanto un gobierno como el sector empresario debe estar preparado para afrontar situaciones críticas y adversas, no solo de la mano de la prudencia y visión de todo líder, sino con capacidad suficiente para saber formar un equipo idóneo y especializado en las diversas áreas que competen al entorno del poder.

A decir de Zygmunt Bauman «Antiguamente, la palabra crisis, fue acuñada para designar el momento de la toma decisiones. Hoy consideramos la crisis como un momento de cambio decisivo para mejor o peor, pero ya no como el momento de tomar decisiones sensatas. En estado de crisis, las cosas se nos van de la mano; no tenemos control del curso de los acontecimientos; podemos intentar desesperadamente hallar la manera de salir del paso, pero todos nuestros esfuerzos no serán más que una serie de ensayos y errores». La opinión transcripta es de suma importancia y muestra el exacto proceder a la hora de una crisis.

El Presidente pudo entender, desde su mejor óptica que su proceder era el correcto y, si fuera así, estamos ante un desencuentro entre la comunicación y la percepción. La comunicación no es fácil, a veces la realidad marca una cosa y la percepción en la gente o publico objetivo se traduce de forma diferente.

Según Telesurvey, la empresa de investigación de opinión pública dirigida por Heriberto Muraro, entre la primera semana de enero de 2005 y la última semana del 2004 la imagen positiva (muy buena y buena) pasó de 64 a 51%. Los números también comunican, no?

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