Graves problemas en materia de comunicación gubernamental tiene el actual gobierno para poder comunicar y transmitir sus iniciativas, mensajes o discursos tanto de carácter económico, políticos y/o sociales.
Gran confusión en la gente se produjo cuando se realizó el anuncio de la poda de sueldos (recorte salarial), jubilaciones de privilegios con la promesa de despidos de los ñoquis que abundan en el Estado. Tampoco fue claro cuando el Poder Ejecutivo Nacional enviara al Congreso el proyecto de ley sobre la tan cuestionada “reforma laboral”.
En estos días, se han tratado y aprobado en el recinto dos herramientas jurídicas de especial interés para las autoridades gubernamentales: ley antievasión y la ley de emergencia económica.
La ciudadanía espera conocer en qué consisten tales disposiciones o los porqués de la insistencia del Ejecutivo en su dictado; ¿cuál hubiese sido el resultado en la comunidad de haberlo llevado a cabo con antelación, brindando explicaciones simples y que todos desean recibir? ¿De qué se trata el presupuesto anual enviado al Congreso?
Sí se sabe que la oposición de turno lo quiere rechazar pero, ¿cómo jugaría la opinión del pueblo si supiera de qué se trata?
Errores Comunes
Es frecuente encontrarse con funcionarios poco asesorados y preparados en el arte de la comunicación; seguramente, ello se debe a no contar con profesionales especializados en la materia o porque la soberbia combinada a la soledad del poder hace en ellos creer saberlo todo.
Han transcurrido ya diez meses desde que operara el cambio de gobierno. Estos (¿escasos?) meses de idas y venidas, experiencias que no parecen servir para aprender de errores y perfeccionar la llegada de lo que se quiere decir al único destinatario, “el pueblo”.
De nada sirven las conferencias de prensa sorpresivas o anunciadas, y las propagandas si los anuncios comunicados (sin un tratamiento especial) son tomados equivocadamente. Basta tan sólo recordar cuantas veces hemos escuchado la palabra “ajuste” que por si sola trae aparejada diversos significados.
Una misma información puede ser contada y transmitida de distintas formas. Depende del ánimo de quién la reciba, será positiva o negativa su reflexión. La comunicación de un funcionario debiera producir esperanza, “no-confusión”.
En la República Argentina nuestros gobernantes permitieron que la palabra “ajuste” se transformara en sinónimo de mala noticia, preocupación y angustia, ya que se dedicaron a informar erróneamente en vez de transmitir noticias completas que contengan un “qué”, un “cómo” y un final con esperanza motivadora; un mensaje comunicacional claro y preciso.
Los Mensajes
Todo mensaje lleva consigo una o dos prioridades ya que, si ellas abundan, en realidad lo único que se logra es carecer de prioridades. Ese mensaje debe tener una presentación sencilla y directa que permita al receptor entender rápidamente, analizar, razonar y sacar conclusiones carentes de confusión. Lo contrario, indefectiblemente permitiría engendrar incertidumbre y desprolijidad desembocando en una crisis de difícil solución.
A título de ejemplo podríamos preguntarnos, ¿cuántas personas saben el significado real y las consecuencias de “la reforma laboral”? Nadie puede negar que alguna vez expresó su “opinión” sobre el tema, intentando demostrar que es un erudito o especialista en la materia. Repetidas veces aparece en los medios de comunicación debates en torno a la reforma, sin tocar de fondo los aspectos que conllevó a implementar una profunda transformación en el sistema laboral de la República Argentina.
Son muchos los que la rechazan pero pocos saben en qué consisten sus ventajas (si es que las tiene), en qué va a ayudar al país el nuevo régimen. ¿Alguna vez, se explicó qué es y cómo funcionaría esta reforma?
El resultado en la población fue obvio, al no entender el mensaje emitido desde los funcionarios simplemente la ignoró o rechazó. No es muy difícil imaginar si al personaje del periodista Bernardo Neustadt (Doña Rosa) hubiera entendido y aceptado la idea, cómo la habría difundido involuntariamente en cualquier cola de un supermercado.
Un escaso, frío e ineficiente mensaje, mas allá de generar confusión, crea rumores y, estos como tal, son devastadores a la hora de la espera de buenos resultados. Un claro ejemplo es (entre otras cosas) la confianza que debiera existir en la población sobre la reactivación económica que tanto preocupa desde el Ministerio de Economía.
La deficiente información, sin un vocabulario claro, directo y sencillo lleva al conjunto destinatario al desconcierto y paralización de los hechos individuales y grupales, sumados a los rumores de renuncias o pasos al costado que en realidad tal vez nunca fueron anunciados y ni siquiera pensados.
Llegar a los públicos
Introducirse en el corazón o costumbres del pueblo no es una tarea fácil ni se logra solo con propagandas o declaraciones a periodistas, sino que requiere de toda una estrategia realizada por profesionales de la comunicación. Se debe trabajar en conjunto haciendo participar a todos los sujetos posibles que puedan transmitir eficazmente.
No estaría mal que en las reuniones que el Presidente realizó con decenas de intendentes, cientos de militantes de la juventud radical, funcionarios del Ejecutivo y otras personalidades no identificadas con el partido pero sí con las iniciativas, sean los transmisores partícipes y esclarecedores a toda una población carente de un claro mensaje comunicacional y llena de rumores, desconciertos y dudas.
No es difícil imaginar cuán positivo sería para un gobierno contar con una sociedad bien informada, ya que de estar de acuerdo se transformaría en un consenso a favor casi imposible de revertir para cualquier oposición de turno. Nada de ello resulta imposible.
Por Juan José Larrea
Periodista. Jefe de Prensa del Defensor del Pueblo de la Nación