Por Juan José Larrea
Periodista – Jefe de Prensa del Defensor del Pueblo de la Nación.
Un adecuado mensaje comunicacional es la base de la comprensión de todos aquellos que ocupan el rol de destinatarios de lo que se desea enunciar y transmitir. Factores tales como la escasa información acerca de los trabajos, planificaciones o proyectos emprendidos, como así también de los resultados obtenidos y sus logros, coadyudan a alimentar la creación de una imagen negativa e indefectiblemente conllevan la realización de las famosas campañas de comunicación, tan reconocidas en el mundo entero, aunque, temidas por los comunicadores: las de “boca en boca”, difíciles de contrarrestar.
Prueba de ello lo configuran las conclusiones protagonistas de las cotidianas charlas de la gente cuando expresan su malhumor por las situaciones que viven particularmente. La deuda que tendría el actual gobierno (quizás heredada por gobiernos radicales anteriores) de revertir su imagen de “lentitud y pocos hechos”, o la fama que habría ganado el Justicialismo de tener dirigentes serios rodeados de “funcionarios poco creíbles”, los cuales no supo dejar de lado en su debido momento.
Una estrategia de comunicación involuntaria (y/o heredada) como las mencionadas puede traer aparejada la inmortalidad de la “imagen (o frase) negativa”, la cual una vez popularizada derrumba más fácilmente lo hecho con tanto sacrificio. Pero una estrategia de comunicación voluntaria, estudiada y planificada no sólo se basa en publicidad (radial, gráfica y televisiva), ya que por sí sola carecería de fundamentos y se desmantelaría, de no encontrarse acompañada de hechos concretos, reales y visibles a los ciudadanos como segunda parte y sustento de la información.
Muchas veces puede palparse que, contrariamente a lo que uno imagine, en los logros, se advierte el déficit comunicacional de los gobiernos de turno; la dificultad por explotar ese éxito alcanzado, transformándolo en comprensión y aceptación en el ciudadano común para luego mantenerlo vivo y reflejo en los rostros de todos los integrantes de una sociedad.
La historia nos ha permitido apreciar en reiteradas oportunidades a diversos mandatarios caer en un error producido por el egoísmo y ego personal al transmitir un resultado positivo como propio, en vez de informar tomando como punto de partida el agradecimiento, o de manera compartida (y no participativa) para y con el pueblo. Pocas veces se ha oído a un dirigente manifestar que la conquista es fruto del esfuerzo realizado por la población o por todos los que hicieron ello posible; extraño es ver a un presidente querer demostrar que es la gente la que está construyendo su país, y no sólo las autoridades gubernamentales. En todos estos casos, existe un factor de significativa relevancia que pareciera olvidarse: no se utiliza a la comunicación como herramienta estimulante de los sentimientos, generadores estos, del bien preciado “Buen Humor”.
El descuido en el lenguaje de la comunicación también se repite ante crisis temporales cuando un gobernante expresa planes y políticas de estrategia solicitando, aquí sí, un esfuerzo colectivo. Por otra parte, también se deja de lado el empleo de mensajes claros y precisos, de fácil captación y comprensión para la gente (que aquí no actúa sólo como un mero espectador, sino que es el principal protagonista), no remarcándose en el discurso cuáles serán los frutos en el futuro tanto para ellos como para sus generaciones venideras. Bastaría con recordar a Franklin Delano Roolsvelt cuando ante una grave crisis económica en la historia norteamericana (1933) se dirigió a la población diciendo “… Primero déjenme partir del simple hecho de que cuando Ud. deposita dinero en un banco, el banco no lo guarda en una caja fuerte. Lo invierte en muchas diferentes formas de créditos, como bonos, papeles negociables, hipotecas…”
Los tiempos han cambiado, no obstante se repiten situaciones que muchas veces denotan la marcha atrás en aspectos trascendentes ligados a la comunicación, merituando los grandes avances, desarrollo y expansión que ésta tuvo en estos últimos años. En vísperas a intentar dar un corte final a situaciones ya conocidas que lamentablemente tienden a intensificar opiniones consensuadas y aceptadas por al ciudadanía en su conjunto, es que debiera ponerse mayor atención y cuidado en la transmisión de la información, tanto de momentos de crisis como cuando se brindan explicaciones sobre los éxitos alcanzados, no olvidando al pueblo que es uno de sus principales protagonistas y directos receptores. Con información clara y verídica por parte de las autoridades ejecutivas, la gente podría llegar a entendeer el porqué de muchas medidas adoptadas sabiendo que su apoyo reviste vital importancia para mejorar la calidad de vida del país, devolviéndole la sonrisa que hoy, y desde hace año, tiende a desaparecer en la mayoría de los argentinos.